Es inevitable no expresar en resultados deportivos lo que pasa en el cotidiano. Si hay orden y un futuro claro, habrá éxitos. EDITORIAL
Casos muy excepcionales son los que resisten al “se juega como se vive”, una verdad casi absoluta de las instituciones del fútbol argentino. Es inevitable no expresar en resultados deportivos lo que pasa en el cotidiano de un club. Si hay orden y un futuro claro, muy posiblemente los caminos conduzcan a los éxitos deportivos. Porque, inevitablemente, se compite en espejo de lo que ocurre en el día a día.
En Gimnasia se planifica de acuerdo a un minuto a minuto desesperante, y se vive a los tumbos; tapando parches. El club es una ruleta que gira entre las buenas intenciones, la falta de capacidad, y una ausencia de cohesión suficiente para mantener proyectos políticos sólidos en el tiempo. Ojo, este es un problema histórico. Si bien hoy existen claros responsables, el pasado y el presente indican que la cultura institucional de Gimnasia siempre está más cerca del conflicto que de los aciertos consensuados.
De todas formas, es posible cambiar. Pero para cambiar debemos ser sensatos y olvidar los personalismos. Porque hoy, con este panorama, ¿alguien podría suponer que el fútbol se constituya como emergente del orden, el brillo y la eficacia? No, es casi imposible. No se puede. No hay con qué, no hay estructura capaz de sostener logros. Hoy no se puede.
Esta reflexión de fin de año vuelve a dejar en claro que Gimnasia es un club en duda permanente y por ende, resulta obvia la existencia de un equipo tibio y poco constante. Sin embargo, los intérpretes deben hacerse cargo de la actualidad, acercarse y dar el lugar necesario para abrir nuevas discusiones. Discusiones de las que deben participar todos los que forman parte de Gimnasia.
Hoy Pedro apuesta a la llegada de aportes económicos externos, pero las cosas no son así. Esta institución no es un pozo ciego. Es entendible que el técnico llame a la colaboración pero la misma situación se vivió cada vez que las cosas no marchaban bien en el plano deportivo. No se puede poner plata si no hay lugar para discutir el modelo de club al que se apunta. Simplemente porque las instituciones se encaminan con plata, ideas y opiniones. Si siempre la clave para la convocatoria es el dinero, toda propuesta resulta imposible de sostener. Hay que entenderlo: el dinero es un recurso no renovable.
Hay que discutir y planificar. Si el proyecto institucional es claro, será una cuestión meramente coyuntural la elección de los intérpretes. Por eso, no sirve la plata ahora, Pedro. Lo que sirve es sentarnos un rato largo y cambiar el eje.
Es momento de pensar a futuro. No se puede vivir emparchando. No es negocio, ni atractivo para nadie. Eso sí, para discutir lo que queremos de Gimnasia no es condición ser dirigente y ocupar un lugar de gestión en la sede. Para planificar al Lobo solo se necesita un lugar, muchos interesados y varias ideas. En todo esto también hay una responsabilidad colectiva que saldar.
