Llegó el carnaval. Y estuvo en la cancha del Lobo, donde los triperos volvieron a dar cátedra de cómo se hace una fiesta. La gente, lo mejor que tenemos.
Un mar de banderas llenó mis pupilas. Los movimientos zigzagueantes de éstas se sincronizaban casi a la perfección. Si alguien hubiera pasado volando por allí, probablemente no habría distinguido ningún rostro. Decir que el Bosque fue una fiesta sería muy simplista: el Bosque siempre es una fiesta, pero hoy un alfiler de más habría hecho colapsar cualquier sector. Y así probablemente habría sido, pues muchos socios se quedaron sin poder ingresar al espectáculo. Yo, desde mi lugar, no paraba de observar cómo los amados colores no daban espacio a los grises escalones de la tribuna.
Tener enfrente a los clásicos rivales nos exacerbaba, provocaba que nuestras gargantas se inundaran de un aliento que no cesó nunca. Nosotros, los hinchas, no dejamos nada por decir… gritamos, insultamos, nos tranquilizamos, intentábamos hacer de DT. Pero no nos ahorramos un susurro. Nos agarramos la cabeza con la media vuelta de Alderete (lideró el podio a pesar de su expulsión), o cuando nadie llegó a tocar la pelota en ese buen centro atrás de Bonifacio. Aplaudimos algunos lujos de Alemán y la garra de Fito y Oreja.
Del encuentro en sí no hay mucho que decir, más que la mera información de la parda en el marcador. Por su resultado y nivel de juego, el partido quedará rápidamente junto con otros que no pasarán a formar parte de la historia. Fue trabado en la mitad de la cancha, con un gimnasia fuerte atrás (Coronel está recuperando su nivel, y está ayudando en cuestiones de seguridad al paraguayo con el que comparte zaga) haciendo lo que pudo de la mitad para arriba. Por momentos se lo vio, con buenas intenciones, salir jugando de abajo. Pero todo se diluía pasando la raya divisoria.
En conclusión, pudo verse algo más de predisposición en el local, obviamente por la obligación de su condición. Porque, a pesar de lo que se pudo ver en el campo de juego, e incluso sin la existencia de las banderas que se repartieron a montones, el hincha llenó el estadio y se impuso con su presencia. Copó como lo hizo siempre, siendo por momentos el jugador número doce. Siendo como siempre lo que en realidad es: la más fiel de todas.
