El 5 de abril de 1992 La Plata vibró al compás del gol de tiro libre más recordado de todos: el de José Perdomo, el del terremoto.
Una tarde otoñal de abril. Los tablones de madera de la vieja cancha de 1 y 57, desbordados. Cuando José Perdomo acomodó la pelota a escasos metros de la medialuna del área rival, nadie imaginaba que se venía un momento histórico del fútbol mundial.
Iban 9 minutos del segundo tiempo. El clásico, opaco y aburrido, estaba igualado en cero. Silencio atroz: Juan Antonio Bava pitó, y el uruguayo, que había tomado poca carrera, le dio suave pero con dirección. La pelota se clavó en el ángulo derecho de un Yorno estático y desató un delirio sin igual: el grito de gol de la gente de Gimnasia -que como siempre había copado la tribuna que daba a calle 57- fue más fuerte que nunca.
Enfrente del jolgorio azul y blanco, enfrente de la fiesta enardecida de miles de triperos que revoleaban sus camisetas y banderas, que se abrazaban, lloraban y agitaban los brazos con inusitado entusiasmo, enfrente de ese griterío ensordecedor, quedó la contracara: un silencio supremo de simpatizantes albirrojos. Es que nadie podía creerlo, y mucho menos al día siguiente, cuando desde el Observatorio deslizaron la noticia: la legendaria hinchada de Gimnasia, con su sola voz, había hecho mover las agujas del sismógrafo.
Aquella vez, Gimnasia formó así:Hernán Cristante; Guillermo Sanguinetti, Jorge San Esteban, Darío Ortíz, Sergio Dopazo, Gerardo Miranda, José María Bianco, José Perdomo, Carlos Odriozola; Gullermo Barros Schelotto y Hugo Romeo Guerra.
El equipo de Gregorio Pérez se hizo dueño de La Plata con un bombazo exquisito que quedará grabado por siempre en la memoria de todos los triperos; si hasta el día de hoy, al reproducir una y otra vez el video del gol, a cualquiera se le pone la piel de gallina o se le pianta alguna lágrima.
El 5 de abril de 1992, hace 28 años, el Lobo, de la mano de Perdomo, escribió una página especial en la historia del fútbol mundial. Hoy el triperío lo recuerda con orgullo y alegría. Brindemos por el terremoto, ¡salud!