Gimnasia subió el rendimiento en este torneo, pero el plantel parece desmantelarse en un contexto de quiebre dirigencial. Hay que apostar a una mirada integral entre juveniles y primera para construir una identidad.
En tiempos de rapidez y exigencias semanales, Defensa y Justicia empezó hace diez años con una línea de entrenadores que proponen formas similares de juego: salida ordenada y riesgosa desde el fondo, movilidad en los medios y agresividad en el arco rival más allá del resultado. Podrán decir que hay empresarios polémicos en el medio, pero en tanto juego se apostó a una idea con menos recursos que Gimnasia. Vélez y Banfield apostaron por los pibes desde hace cinco años y también están en etapas definitorias.
Son sólo ejemplos a tomar de como el Lobo tiene una oportunidad más que el tiempo le dio – pandemia- para construir una identidad de equipo en todas sus líneas, desde la novena en adelante. Un coordinador que piense integralmente junto a un cuerpo técnico, con bases identitarias: ex jugadores y deportistas socios deben estar en las arterias para saber lo que significa Gimnasia.
El Lobo hizo un torneo regular, pasó a fase definitoria y estuvo cerca de llegar a una final tras la Copa Argentina en 2018. Los más exigentes reprochan los puntos perdidos, mientras otros valoran la campaña por una buena base que parece irse.
Por eso, las internas políticas no deben ser más importantes que las definiciones deportivas, aunque vayan de la mano. Gimnasia da imagen de debilidad institucional desde las últimas elecciones con egos de por medio, y eso no es un detalle. Jugadores del semillero que podrían ser explotados económicamente se van por migajas, por eso hay que ponerse nuevamente en valor como en las épocas doradas de los 90.
Sin la figura de Maradona es momento de dar vuelta de página y pensar a futuro, con profesionales en puestos claves. Y bancar de una vez, bancar los procesos sea cual sea el que venga, para no repetir el pasado.