La Plata es una ciudad de oficinas y ministerios. Cuando hay un cambio de gestión se suelen mover algunas piezas que incomodan, viene un nuevo jefe o jefa y se alteran las condiciones.
Eso hizo Pipo en unas horas: le sacó la capitanía al jugador más regular del torneo y más querido por los hinchas, y se la dio al que divide aguas. Ojo, Alemán está en un nivel regular, pero la decisión no cayó bien en algunos jugadores.
Luego, el DT trató de recuperar a un defensor que estaba borrado como Fratta, que no hizo pie en Mendoza. Puso a jugar por las bandas a jugadores de creación y sacó a Insaurralde, de un nivel aceptable.
El resultado se vio en números: una llegada en 90 minutos, goleada adversa y panorama desolador. Un refuerzo estrella que no encuentra su posición, un tanque del club que convive con la resiliencia –elogiado por el DT en conferencia- y los referentes de Diego desfilando en otros clubes.
Gimnasia en un año perdió con goleada con Patronato, ante Vélez, con Godoy Cruz. Esos partidos que duelen, desganan, quitan energías. Tiene esas oscuridades del último proceso nefasto concluido en 2011. Equipos desmantelados, intereses empresariales por sobre los semilleros del club -que emigran a Grecia sin escala- y dólares en piernas antes que en ladrillos.
El Lobo va gastando las vidas que le dio la pandemia. Cargarle a Pipo sería inocente a una semana de su llegada, por algo viene de salir campeón con dos equipos distintos. Pero el destino, sin actitud, parece inexorable.
Santiago Giorello
