Un arranque interesante. Empate con los Ellos, victoria ante el modesto Patronato. Es evidente que Gimnasia halló una serie de claves hilvanadas que le permiten situar el juego y evolucionar, aunque también que todavía le falta una instancia en el medio juego para gobernar los partidos. El gran hallazgo es Agustín Cardozo. Su presencia abarcativa remite a Roberto Zywika (La Barredora 1970), a Hugo Echauri (primer lustro de los 70) y al Negro Gómez (año 2000). La enumeración no es antojadiza: intenta evidenciar la trascendencia que implica tener un gran Cinco y cómo incide sobre el juego en su conjunto.
De ese sólido ordenador pasamos a Cristian Tarragona. Definidor claro y recto, con la técnica sobria esencial para sacarse un marcador de encima y descargar o enfilar. Gran capacidad para hallar huecos y abrir vacíos. A sabiendas de la recuperación de Contín y con el surgimiento de otros valores ofensivos gestados en las inferiores, es posible apuntar allí otro eje. La falta de gol que oscureció buenos cotejos triperos en el pasado, parece estar resolviéndose.
Entre ambos está la figura, Brahian Alemán. A la habilidad evidente le suma una pasión renovada que lo hace ver en este tramo de la historia más joven que en su primer paso por Gimnasia. Las pelotas que nadie pelea, las pelea Alemán. Habilita, juega y llega. De gran pegada, origina con su cobertura de balón los tiros libres en borde de área que atemorizan al rival. A veces olvida su rol de lanzador y exagera en la tenencia; a veces se desconcentra mientras plantea demandas a los fatigados oídos de los árbitros. Pero es básico para esta formación.
Con esos equipistas, el Lobo de Gorosito puede animarse. Pero vamos rumbo a la retaguardia.
Morales está afirmado, Piris apareció sin aviso y se ganó la zaga, Melluso volvió mejor –como dice la propaganda política-. Falta un Cuatro, y aunque haya retornado a Unión, no nos privamos de advertir sobre el gatillo fácil del insulto al toque: el vapuleado Gerometta estaba en condiciones de cubrir ese lateral. Tuvo un mal partido, de local, y fue crucificado. Insaurralde puede cumplir, pero no es su puesto; debe trabajar más el retroceso y evitar infracciones en zona de riesgo. Enrique incluye su “momento Gentiletti de la noche” en todos los partidos: se manda gran cagadón en una entrega, y todos a remar. Luego, mejora. A menos que vuelva Weigandt, claro, que está peldaños por encima. Gorosito prefiere a Cáceres, según parece.
(Sin menoscabar a nadie, añadimos: se sigue extrañando a Goltz. En breve extrañaremos a Guiffrey).
¿Carbonero se va? Necesita un técnico que lo comprenda. No en sus gustos personales, claro, que le pueden traer algunos dolores de cabeza, sino en la necesaria rotación de perfil. Lo mismo, con otras características, para Chávez. Se ha instalado con todo el peso de la Ley que los wines deben tener pierna invertida. Es una moda inspirada en Messi que pasará: cuando al colombiano le sacan la ficha por izquierda es pertinente ubicarlo en el otro andarivel. Es valioso. ¡Qué golazo ante los entrerrianos! Como curiosidad, cabe indicar que posee control, pero un control raro, muy personal. No le rebota pero la baja en una extraña combinación con los dos pies que confunde al adversario y a veces a él mismo.
Ramón Sosa es otra novedad de fuste. El paraguayo contagia. Un poco más de serenidad para la entrega y puede convertirse en gran enlace desde el medio hacia la ofensiva. Necesita entenderse mejor con Cardozo, formar bloque gobernante en los diez metros que lo involucran y ahí si sorprender con salida filtrada. A veces filtra antes de forjar el andamiaje, lo cual genera huecos en la espalda de los volantes. Pero es de sumo valor: reúne condiciones de volante y vocación ofensiva. En cuanto a Eric Ramírez, el rapidito, está para ingresar en el segundo período y romper líneas anodinas. Sirve como relevo y es probable que Domínguez o alguno de los jóvenes valores ascendentes terminen ocupando esa plaza.
Pipo ha demostrado ser un buen seleccionador y la Comisión Directiva, además de potenciar varias de las disciplinas del club de modo atinado, lo ha respaldado con criterio. Se configuró un plantel interesante que en una de esas nos brinda satisfacciones impensadas aunque soñadas. Quizás al cuerpo técnico aún le falta un mayor estudio de los rivales: la impronta del once tripero que venimos narrando no debería instalarnos en las nubes que domina Maradona y hacernos suponer que no importan los demás porque nos afirmamos en el juego propio. Eso es virtud alcanzada hasta el año pasado por el River de Gallardo y no estamos ni por las tapas en ese nivel. Necesitamos obturar el juego adversario, además de impulsar el propio. Para eso hay que tener buena información, mirar unos cuantos videos, conocer lo que afrontamos.
En cuanto a Rodrigo Rey, si se evocan sus primeros cotejos y se registran los actuales, podrá percibirse un crecimiento en instancias complejas. Tiene más control del área, su personalidad es sobria y acerada, y ha resuelto la incógnita de los centros cruzados. ¿Puede un jugador seguir creciendo tras varias temporadas en distintas competencias? Sí. Cuando hay ganas y talento, el aprendizaje nunca termina. Su virtud básica, los reflejos, siguen intactos y nos resguardan de varias macanas defensivas durante ciertas salidas cansinas. Hay arquero.
(Ya que mencionamos al Diez, este periodista quiere confesar: periódicamente me despierto pensando en Maradona. Sigo sin tolerar su muerte y su ausencia. Lo vi como Cebollita a los 11 años y tomen en cuenta que cargo su misma edad. Lo vi en Argentinos. En Boca. Me acerqué a la Bombonera la noche de su debut en la Selección. Y todo lo demás también, claro. Hasta que asombrosamente llegó a Gimnasia, portando con su presencia una de las alegrías más grandes de mi vida y sumándose a esta identidad profunda que los lectores conocen. Hasta soy capaz de creer en el disparate de las fotos más recientes, o en que Diego está lo más pancho en una isla paradisíaca, junto a Elvis Presley, charlando de fútbol y de minas).
Finalmente. Empezamos bien. Atenti que este puede ser un año fuerte para el Lobo. El año 22.
Gabriel Fernández - Director La Señal Medios / Radio Gráfica