Gorosito llegó a Gimnasia y de inmediato colisionó en Mendoza. Nadie daba dos guitas. Después enderezó la nave y hoy transita una campaña histórica. Los hinchas se entusiasman con el entusiasmo de los jugadores, que entienden y disfrutan el momento con necesaria humildad. Todo marcha sobre rieles.
Pipo traza líneas de trabajo y no pone excusas. Desde el vamos bajó un mensaje claro: el que quiere estar, fenómeno; el que no, ahí tiene la puerta. Por eso el Pulga, pieza central del tablero, dijo adiós y Pipo ni mu. Remedió esa baja y hoy remedia las de Carbonero y Tarragona. Sin chistar. Gorosito no se queja, no le ruega a nadie y se arregla con lo que hay. Habla de los pibes y no sanatea. Su discurso se materializa en la cancha: Muro, Benja, Chávez, Miramón, Enrique, González, Miranda, Lescano. Las firmas siguen.
Pipo no se casa con nadie. O al menos eso demuestra a cada aparición pública. Declaraciones firmes, concisas y alejadas de eufemismos. “Gimnasia es grande”, repite una y otra vez. No rinde cuentas y les para el carro a los operadores de siempre, esos que todos los lunes traen malas nuevas, títulos con cizaña y suman debacle. Los que construyen y destruyen imagen y encasillan a Gimnasia en lugares indeseables, instalan discursos y los promueven en el grueso de la opinión pública.
Pero Pipo sabe leer el paño. Hasta les canta las cuarenta a los de más arriba: en el piso de ESPN habló de “la escudería” de Bragarnik y repartió palos por doquier en vivo y en directo. No se trató de un comentario al pasar sino de un mensaje bien dirigido. Pipo nada tiene que ocultar y entiende cómo funciona el negocio del fútbol.
En muchos de los medios locales que dominan la escena, a menudo llueven las críticas y escasean los halagos. Pipo molesta. Porque con un plantel corto hizo mucho más que varios de los que nadan en la abundancia. Pipo rompe el esquema establecido. Esto es Gimnasia: la lógica mediática impuesta indica que acá se vive de limosnas y que el éxito resulta inalcanzable.
Pero el éxito no solamente pasa por ser campeón. Eso es lo que instalaron algunos. Eso y que de nada sirve proyectar si no se gana ya. La realidad señala que son exitosos los equipos ordenados y temperamentales, que mantienen el bajo perfil y que abren paso a los pibes sin prenderlos fuego. Son exitosos aquellos que mantienen una idea clara de juego y que se amoldan de distintas maneras a distintos contextos. Y también, los entrenadores que se reinventan a diario, que toman nota de los errores, corrigen y cambian las formas sin remordimientos.
Pipo mantuvo a Fratta pese a la resistencia de la mayoría y hoy juega Guiffrey. Mandó al freezer a Ramírez y hoy la Perla es pieza clave. Confió en Piris y confía en Contín. Cecchini era inamovible y hoy es recambio. Con Leyes pasa algo similar. Y los hechos justifican lo que Gorosito dice: juega el que mejor está. Pipo se equivoca y reacomoda el tablero a cada momento sin ponerse colorado. Retrocede un paso y avanza dos.
A Pipo no le tembló el pulso cuando le dijo no a Rinaudo y cerró filas con Cardozo. Tampoco cuando le bajó el pulgar a la estrella Mauro Zárate y apostó fuerte por Ramón Sosa, un pibito que venía de Paraguay. Los casos Castro y De Blasis merecen un replanteo. Si el Pata mantiene el nivel que muestra en Sarmiento, entonces Gimnasia debería ir a la carga por repatriarlo. De Blasis, aun con el aval del cuerpo técnico, vio clausurado su regreso debido a cuestiones económicas que no quedaron claras.
Pipo trabaja en silencio y es redituable. Los números no mienten: 43 partidos, 22 victorias, 11 empates y 10 derrotas. 59,69% de efectividad. Está hoy en su punto más brillante desde que entrena planteles. Supera a su mejor versión del lapso 2003-2005 que completó en San Lorenzo.
El método Pipo carece de misterios. Es eficaz, simple y verosímil. Sinceridad ante todo. Si hasta confesó que tiene como cuenta pendiente volver a San Lorenzo. No pasa nada: en Gimnasia es útil y transita un campañón con el plano internacional a la vuelta de la esquina. Y mientras muchos son los sectores que se desesperan y le buscan el pelo al huevo, Pipo avanza. Advirtiendo falencias y corrigiendo errores sobre la marcha. Recibiendo cuestionamientos de los constructivos y de los malintencionados. Avanza. Sin mirar hacia atrás. Con los pibes adentro y con los grandes al frente. Y con los pies en la tierra. Así Pipo desencalló el barco y hoy Gimnasia navega tranquilo, con rumbo fijo, cuando antes rumbeaba en direcciones random.
Agustín Colianni