Era un partido de seis millones de dólares pero Gimnasia salió a jugarlo como si se tratara de un picadito en la esquina. Inconcebible. No cabe otra palabra para definir la actitud del Lobo en un encuentro tan trascendental como el de hoy en Córdoba ante los suplentes de Talleres.
Puede decirse que la campaña ha sido muy buena. Sí. Puede decirse que Gorosito sacó jugo de las piedras. Claro. Y, también, puede decirse que a mitad de año todos firmaban la clasificación a la Copa Sudamericana. Sucede que el Lobo terminó rifando el pase a la Libertadores cuando tuvo varias fechas para asegurar su pasaje.
La picardía y la bronca son gigantescas. Es que Gimnasia ni siquiera mostró signos de querer ir al frente. Y Talleres, con casi nada, le ganó la pulseada.
En el mejor momento del Lobo, tras la igualdad transitoria con un golazo de Tomás Muro, Gorosito metió a Lescano y sacó a Ramírez. Y sacó a Piris para que entrara Cecchini. Nadie lo entendió.
La T, que no jugaba por nada de nada, lo ganó con dos sablazos tremendos, primero de Esquivel y más tarde de Alvez.
Si Gimnasia finalmente clasifica a la Copa Libertadores será un milagro: tiene que esperar una derrota de Huracán y que Tigre no le gane de local a Arsenal.
Más allá de eso, después de las elecciones de noviembre, será hora de sentarse en una mesa y, lapicera en mano, empezar a diagramar el 2023. Hay muchos que no están para seguir. Y hay otros que sí. Y hay que reforzar puntos flojos.
Descanso y a volver con todo en la temporada que viene. He ahí la premisa para el Lobo, que volverá a jugar una copa internacional tras seis años.