Se jugaba otra cosa, el desarrollo fue diferente pero la pasión, el sentimiento y el festejo nos hizo recordar a todos el 12 de julio.
Era en un extraño día para que se juegue un clásico, exactamente en el medio de la semana, cuando la mayoría de gente está pensando en sus obligaciones y la cansadora rutina.
Pero el pueblo tripero tiene esa enorme virtud, sea cuando sea, incluyendo el típico molesto miércoles, cuando juega el Lobo automáticamente se transforma en una jornada de fiesta en las tribunas, en las calles y apoyo al equipo.
Entonces ya no estamos hablando de un miércoles, sino de un clásico domingo pasional albiazul.
Y obviamente no era un partido más, después de 5 años, el partido más trascendente de la ciudad se volvía a disputar en el glorioso estadio del Bosque. En aquel lugar donde aún estaba vivo el recuerdo de los gritos del Caio Enría, dos veces, Marcelo Goux y el Turbo Vargas.
El hincha de Gimnasia se caracteriza por su indiscutible fidelidad a los colores, pase lo que pase, por lo tanto siempre hay esperanza de lograr un buen resultado frente al rival de toda la vida. Pero en el fondo, para este enfrentamiento la expectativa era mayor todavía porque es más lindo jugar en casa, más con el grato recuerdo recientemente mencionado.
El partido en sí no hace falta repasarlo muy detalladamente, todos sabemos lo que felizmente sucedió. Gracias a méritos realizados por Diego Cocca, Denis Stracqualursi, Luciano Aued y compañía, el equipo provocaba en el triperío una sensación distinta, de mayor seguridad, no sólo por la solidaridad y el esfuerzo, sino también por el buen juego demostrado.
Y el final no podía ser de otra forma, emoción en cada rincón del Bosque. El último festejo tuvo todos los condimentos de aquella inolvidable hazaña con Atlético de Rafaela, muchas similitudes.
Las mismas lágrimas de ese 12 de julio volvían a recorrer los rostros de cada hincha del Lobo en la tribuna.
Incluso la gestación y el desenlace del primer gol de Traca y el festejo de gol de Cuevas fueron parecidos. Tras la conquista, en aquella ocasión del tanto marcado por Franquito Niell, el festejo grupal fue el protagonista. El banco de suplentes por completo salió corriendo a Pipino mostrando la unión que muestra el equipo ante situaciones límites.
