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Fútbol

01-09-2011

AL LOBO LE FALTA...

Hacía tiempo que Gimnasia no se retiraba envuelto en silbidos. El nivel de juego con Patronato resultó una calamidad. Análisis de Agustín Colianni.

Hacía tiempo que un equipo de Gimnasia no se retiraba envuelto en silbidos. Y eso que el Lobo no perdió. Pero el desempeño de los muchachos de Ingrao fue digno de un equipo amateur. Hay que decirlo sin pelos en la lengua: el nivel de juego (en realidad no hubo juego sino desorientación, pelotazos sin destino y carencia de ideas) de Gimnasia resultó una enorme calamidad.

El hincha del Lobo colmó otra vez las gradas del Bosque, con la firme convicción de que Gimnasia cosecharía un triunfo, porque jugaba de local ante un equipo que está muy por debajo de su nivel. Pero los pingos se vieron en la cancha: allí Patronato demostró que está a la altura de Gimnasia, que, dicho sea de paso, no tiene con qué argumentos esgrimir una supuesta superioridad sobre otros rivales del Nacional B.

Las paradas fáciles se esfumaron hace rato, varios años atrás. Y Gimnasia deberá trabajar arduamente en cada uno de los partidos que restan. Si al comenzar la temporada algunos creyeron que por tratarse de una categoría inferior el Lobo tenía garantizada una determinada suma de unidades, el lunes quedó demostrado que no es así. Porque Gimnasia, más allá del peso de su historia, no tiene nada que ostentar ante ninguno de los otros diecinueve equipos del certamen. Se vio ante los tucumanos en la primera fecha, donde el Lobo no perdió gracias a un zapatazo milagroso de Cháves. Se vio también en Rosario ante Central, donde el Canalla sin transpirar ni despeinarse doblegó a un equipo endeble en todas sus líneas. Y ante Patronato también se vio.

El equipo de Paraná desnudó cada una de las falencias triperas más grandes. El Lobo careció de firmeza en defensa (sólo Goux sacó aprobado), sufrió las limitaciones de dos laterales que no están –lo de Cardozo es más discutible, pero lo de Mariano Viola es seguro– como para actuar en el equipo de Primera, falló en la creación de juego de tres cuartos en adelante (Choy y Capurro, muy flojos; Fernandes Silva, de auspicioso debut), y contó con una dupla de ataque estéril, débil y retraída.

La realidad tiene una sola cara y está a la vista: el Lobo volvió a reforzarse en cantidad y no en calidad –a excepción del regreso de Vargas–. Como si no fuera suficiente para aumentar las probabilidades de volver a vivir en un clima de calvario, los mejores (Castro, Aued y Rinaudo) se fueron. ¿Qué queda entonces? Alguna que otra pincelada de Alejandro Capurro, la esperanza de que Vargas comience a ser el de antes, y la ilusión de que un pibe que acaba de cumplir los dieciocho se cargue el equipo al hombro. Entonces, muy, muy lejos de sobrarle algo, al Lobo le falta. Escasea en todas sus líneas, en cada pulgada del terreno de juego comete impericias inconcebibles para un equipo que en teoría (sólo en teoría, la práctica está muy lejos todavía) lucha por el ascenso.

Y así está hoy Gimnasia. Con un plantel numeroso que, según afirmó Héctor Delmar semanas atrás en LetraG Radio, tiene el objetivo de subir a Primera División en un año. Premisa difícil de cumplir si el rendimiento no cambia. Todavía queda tiempo para revertirlo, el torneo es largo, los vaivenes del fútbol son indescifrables y no hay que ser pesimistas. Pero sí hay que ser razonables.


Agustín Colianni

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