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Fútbol

26-09-2012

UN BOSQUE ENCANTADO

Compartimos una crónica imperdible sobre el partido con Patronato enviada por Santiago Giorello, integrante de la Filial Necochea.

Entro por calle 60 y me choco con el humo de los choripanes. Una mujer los vende a 12 pesos. El joven tripero le pone ensalada, algún condimento, y recoge la servilleta antes de enfilar al templo.

“Las semillitas, no se olvide de las semillitas”, grita un cincuentón. Terminarán desparramadas por los suelos de las tierras conquistadas.

En la fila de la popular, Marito Díaz charla con su grupo de amigos y familiares. Es uno de los responsables para que un teatro de La Plata se haga pasión ante multitudes, con el objetivo de recaudar plata para los pibes del Club. Mientras tanto, agarro la revista Letra G como ritual previo al partido.

A quince minutos de que empiece Gimnasia ante Patronato, boxeadores triperos desfilan y recogen aplausos unánimes. Al rato, veo la lucha y sus consecuencias: el reconocimiento a la Familia Basile y a los compañeros que trazaron el camino para una futura platea que llenará de belleza el agujero de los egoístas.

Subo a la popular del bosque, la que alberga a La 22, la que inspiró canciones de los Redonditos de Ricota como Etiqueta Negra o La Bestia Pop. Me pego a los “barras” demonizados por los medios.

Miro hacia abajo y La Rusa sobresale con su cabellera amarilla, remangada para vislumbrar el tatuaje pasional en su brazo. Todos levantan las manos y expresan el sentimiento de identidad. En la infinitud detecto a mis primas, sus amigas, y a mi tío. Una amiga me avisa por celular que fue a la tribuna de calle 60 y espera un buen resultado.

La voz de Pagani anuncia su programa partidario. Ya no aparece la publicidad de Agostinelli, inmobiliaria que acompañó a Gimnasia por casi dos décadas, publicidad de la platea H que hoy no está. “Agostinelliiiiii, pro - pie - daaa - dess, goooool” se escuchaba cuando la pelota no rodaba. Ahora aparece en algún Estadio de Capital Federal.

Rueda la pelota. Paravalanchas atados por banderas, aplastados por piernas, abrazados por camisetas azuladas. El policía mira, víctima del sistema. Los bombos que aturden, constantes en la tarde. Canciones nuevas, canciones viejas.

En el entretiempo, el vaso de plástico con alcohol se reparte entre unas diez personas y sirve para aliviar las gargantas fornidas hace una hora. La situación vista se hace canción. “Fumando porro, tomando vino, el que no alienta a Gimnasia, para que carajo vino”. El muchacho obeso descansa, el pibe sonriente se abraza con una veintena de triperos y canta en el entretiempo a la par del césped.

Otro hincha le comenta al amigo: “Mira que buena bandera la de Patronato: la locura más hermosa”. Gimnasia dio vuelta un resultado adverso, la alegría es desmedida: un hombre que estaba sobre el paravalanchas cae de lleno sobre un grupo de personas. Entre ellos quién escribe, que se salvó de un golpe en la dentadura por el gran porte de sus labios. Una mujer de treinta años fue la más afectada, que recibió interminables disculpas. “Quiénnn fueeee!!???”, preguntó el caído. Las miradas parecían distraídas. El tipo volvió a subirse y Gimnasia se trepó a la punta.

Un alcanza pelotas saluda al arquero Monetti cuando termina el partido. Alguna vez Mariano Messera -ex jugador del lobo- contó que vio un terremoto en 1992 cuando jugaba en Séptima Divisón, pudo colarse y alcanzarle la pelota a los arqueros en la cancha de Estudiantes. “Ese día, la gente se unió en el gripo de gol de Perdomo, saltó toda junta”, supo decir ante la prensa.

Jóvenes se van del estadio y miran en un cartel un evento que invita a pasar el día de la primavera en el bosque. El grueso de la hinchada se va para el otro lado de 60, a las periferias, esquiva al casco urbano.

Salgo del estadio e ingreso al sector de vestuarios. Impactan los perfumes, los trajes, los micrófonos, las repeticiones de palabras, la conferencia, el cholulaje, la chica que mira al jugador, la búsqueda de una foto histórica, el pedido de camisetas al utilero. Ahí se muestra el periodismo diverso, comprometido, mezclado, inseguro, mercantilizado.

Me voy. Camino por 60 cuando pocos quedan. Choco con la transpiración del trabajador que retira los carteles de publicidad. Camino al lado de la cancha auxiliar. Me brinda nostalgia, soledad. Quizá alguna vez pasé por ahí con mi abuelo que ya no está. Tal vez en ese momento exacto, desde la tercera bandeja, se pusieron a comentar el partido con Favaloro, Basile y Fierro.

Me invade el sol, el verde, el cemento, el fenómeno cultural. Y una pintada que sintetiza: el bosque, mi casa.


Santiago Giorello, periodista e integrante de la Filial Necochea

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