El día más importante para el hincha de Gimnasia. El Lobo volvió a su hábitat natural después de un año y 333 días. El viaje desde la La Plata a Córdoba, la previa en el hotel, la expectativa de los triperos, y la posterior fiesta y la locura desatada en el estadio Mario Alberto Kempes contado en primera persona. ¡GIMNASIA ES DE PRIMERA, SEÑORES!
La Plata. Martes 28 de mayo. Una de la madrugada. Salida hacia Córdoba. Más de 700 kilómetros separan la ciudad de las diagonales con las tierras del fernet y el cuarteto. Más de 700 kilómetros de ilusión camino a la gloria. Autos particulares, colectivos de filiales y agrupaciones, con sus banderas, ya teñían de azul y blanco la autopista y posteriormente la ruta 9. La Plata se mudaba a Córdoba. El 28M estaba en marcha.
Diez de la mañana. Mientras los micros esperan ser pesquisados y los aviones aguardan que cese la tormenta para despegar desde Aeroparque, los autos con los triperos ya se instalan en la puerta del hotel Windsor. Cientos y cientos de hinchas cantan y los jugadores salen por las ventanas. Pedro Troglio saluda y se gana la ovación.
La ansiedad y los nervios invaden y la gente lo demuestra cantando. En la entrada del parador albiazul un hincha cuenta que llegó haciendo dedo desde Jujuy. La hinchada canta y él llora de emoción. Nudo en la garganta de propios y extraños. Gimnasia es pueblo, Gimnasia emociona. Una vez más, queda demostrado.
Ya en el estacionamiento del estadio Mario Alberto Kempes. La intranquilidad, la zozobra y la pasión hacen que tres horas antes, el estacionamiento del viejo Chateau ya esté colamado de gente esperando que abra. Comienza Sarmiento – Defensa y Justicia. Con el oído en la radio, con los ojos en cualquier mensaje de texto ya se vive clima de final. El Verde gana 2-1 y ya en la popular sur una señora con una vieja spika en la oreja se da vuelta y grita el empate. Estallido al grito de “vamos a volver”.
Salen los 11 guerreros. Arranca el partido. La garganta parece sangrar de tanto gritar. Hay que poner una pausa para seguir aullando fuerte. Humo azul y blanco, banderas, alarido fortísimo en el Kempes. Más de 11 mil personas. Multitudinal recibimiento. La piel que se eriza y comienza la última batalla. Pita Argañaraz. Pereyra se la toca a Niell y mueve el Lobo.
Gimnasia es mucho mejor que Instituto. Barsottini le tira un centro al Gordo como si fuera un delantero y Pereyra hace inflar la red, el pecho y la garganta de gol de todos los triperos. 1-0. Abrazo al viejo, al hermano, a ese amigo, a aquel desconocido, llanto, emoción, felicidad, señal al cielo. Ese que hoy alienta desde el cielo, también lo grita bien fuerte.
Se va el primer tiempo. Gol de Oliver Benítez. Los pibes de las inferiores le dan el ascenso a Gimnasia. Desahogo y, ahora, tranquilidad. Tres goles tienen que hacer los de rojo y blanco devenidos a gris para quitarle el sueño a Pedro y compañía. Ya está liquidado. Solo queda esperar, 45 minutos separan al Lobo de la gloria.
La locura, el descontrol y la alegría en las tribunas. Fiesta y fuegos artificiales en el regreso. Los jugadores festejan como hinchas que son. Los experimentados y los pibes le dan semejante alegría al triperío. “¡A Primera vamos a volver!” retumba en el cielo. Gimnasia vuelve. Desde aquel 30 de junio de 2011. Un año y 11 meses de agonía. 698 días, 16.752 horas, 1.005.120 minutos, 60.307.200 segundos. El Lobo vuelve a su hábitat natural. ¡GIMNASIA ES DE PRIMERA, SEÑORES!
