El equipo de Pedro Troglio ganó en sus dos primeras presentaciones y tiene un nivel de juego que permite brindarse a la ilusión. OPINIÓN
Acá está Gimnasia. El Lobo ha rendido examen en estas dos primeras fechas y dejó en claro que volvió para quedarse. No es fábula ni algo que se le parezca: la concreta realidad es que Troglio y sus muchachos atraviesan un momento futbolístico (y anímico) que siembra ilusión.
Porque ante Central, Gimnasia fue Gimnasia. Ese equipo que hace rato adoptó un patrón de juego reconocible y eficaz: compacto, práctico, rápido, aguerrido y sólido en todas sus líneas. Un calco del que logró el retorno a Primera División meses atrás.
Entonces, si Gimnasia sigue siendo Gimnasia y no se sale del libreto –está claro que de local no lo hará, pero queda ver qué sucede en condición de visitante– no habrá equipo que no sude la gota gorda para vencerlo.
Línea por línea: de Fernando Monetti ya no queda mucho por decir. Sólo resta observar sus actuaciones bajo los tres palos y disfrutar del mejor arquero que ha dado el Club, como mínimo, en los últimos 30 años.
Abajo hay concentración y orden. Facundo Oreja, conocedor como nadie de virtudes y limitaciones propias, está dispuesto a lanzarse de cabeza hacia la pelota cada vez que sea necesario. Un guerrero incansable al que los rivales deben eludir dos veces para sacárselo de encima. Osvaldo Barsottini y Juan Carlos Blengio conforman una sociedad difícil de quebrantar: ganan de arriba y de abajo y se imponen casi siempre a los delanteros contrarios con un dato a tener en cuenta: nunca salen a cortar a destiempo. Y por la izquierda, Lucas Licht asoma como el abanderado indiscutible de un equipo que sabe muy bien a qué juega. El Bochi garantiza guapeza, buena salida por el costado y la experiencia que todo conjunto necesita.
En la mitad de cancha se halla la clave de este Lobo combativo y ligeramente lírico. Nacho Fernández, Franco Mussis y Matías García representan el último bastión del extraordinario trabajo realizado por el Flaco Morant y el Indio Ortíz en materia de inferiores. Juegan con el corazón en la mano y lo hacen bien. Si Gimnasia no los desaprovecha, pueden significar un salvavidas en un futuro no tan lejano. Y también están, un poco más atrás, Maximiliano Meza (la descose cada vez que ingresa) y Dardo Miloc, que le asegura al Lobo calidad en el mediocampo en el futuro. Y por último, Omar Pouso. El uruguayo que le hace honor a su país, y raspa y mete y lucha como una bestia.
Arriba, un combo que promete: Facundo Pereyra está más afilado que nunca, mientras que Federico Rasic, de a poco, va demostrando que no se achica y que está para grandes cosas. Sin duda que lo positivo de la partida de Franco Niell es que al Flaco se le abrieron las puertas y no está dispuesto a desaprovechar la ocasión.
Acá está Gimnasia. Pasen y vean. Este Lobo ambicioso llegó para quedarse. Si Gimnasia sigue siendo Gimnasia, la permanencia está a la vuelta de la esquina.
