Gimnasia se recuperó de los dos puntos perdidos en el Bosque y demostró que es un equipo armado para superar momentos difíciles. OPINIÓN
La fortuna anda coqueteando con Gimnasia. Que sí, que no, que va, que viene. Pero siempre termina buscando tirarnos abajo la estantería. Está bien: Gastón Díaz estuvo muy lejos de querer sacudirle al arco desde tantos metros. Buscó el centro. Fue pura suerte. Pura suerte: términos que no suelen andar juntos en el vocabulario tripero.
La lesión de Matías García empañó una jornada que acariciaba la perfección en Mendoza. Porque Gimnasia volvió a demostrar que no se bajonea fácilmente –se erigió con todas en contra: haber relegado dos punto ante Belgrano, haber sufrido la lesión de una de sus mejores piezas, jugar de visitante en un reducto que casi nunca admite batacazos y ante un rival que venía dulce, muy dulce– y que tiene el ritmo apuntalado. El Lobo volvió a tomar las armas. Así también lo había hecho en las pasadas tres fechas. Desde el arranque, sin previo aviso, el pelotón de Troglio busca arrasar con todo lo que está a la vista. Y el saldo es lógico: Gimnasia se está acostumbrando a convertir en los albores de los partidos.
No hay dudas de que marcar tempranamente siempre es un plus extra que va mucho más allá que un gol de ventaja. Te relaja, te deja pensar y jugar con la desesperación del rival, que casi siempre va en aumento. Claro: la premisa es no quedarse sin nafta a mitad de camino. Le pasó con Central y con Belgrano. No le pasó con la Lepra ni con el Tomba.
Párrafo aparte para el mejor jugador del plantel. Lo de Mussis merece monumentos en el Bosque. Algún tripero en las redes sociales llegó a comentar: “Gordo, todavía no te fuiste y ya te estamos extrañando”. Nada más cercano a la realidad. Franquito (el diminutivo comienza a estar desubicado) es un tanque invasor. Invade. Invade territorios ajenos y deja en ridículo a los rivales. Desenfunda el alma y saca ventajas técnicas, tácticas y físicas. Y entre tanto analfabeto en este fútbol mediocre, sabe leer el juego como pocos.
Las lesiones de Correa y García son un golpe fuerte al corazón de un equipo que se desempeña en niveles superlativos. El plantel es corto, pero hay jugadores dispuestos a suplir con creces a los caídos. Meza y Nacho Fernández son piezas vitales recuperadas. El otro Fernández, Álvaro, se va poniendo a punto para demostrar a qué vino.
Cerremos con Iván Borghello, el centro de todas las críticas negativas. Resulta difícil defenderlo pero hagamos el intento: que Pedro lo mande a la cancha con el Lobo arriba en el marcador. Así, quizás Gimnasia comience a disfrutar de un goleador que no puede haberse olvidado de jugar a la pelota. Cuenta con pergaminos intensos: ¿Acaso alguien objetó algo cuando firmó contrato?
Así anda Gimnasia. Reponiéndose a golpes fuertes con actuaciones para el aplauso. Todo lo que viene ahora será vital para sus aspiraciones. El Lobo apuesta a ganador. Y la base está. El camino será duro. Pero la base está.
