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Fútbol

02-02-2015

ESE GRAN SABOTEADOR

Troglio optó por rifar la pelota cuando tenía un hombre más, y el peor enemigo de Gimnasia pareciera ser el mismo Gimnasia. OPINIÓN

Gimnasia eligió la peor manera de defender el resultado: la que escogen los equipos débiles, de mente perdedora, los conjuntos que le temen al éxito. Gimnasia eligió defenderse al revoleo, al pelotazo largo sin destino, en vez de optar por asegurar los pases, proteger la pelota, aprovechar la ventaja numérica y hacer circular el esférico con sensatez. Cuando Gimnasia tenía todo a su favor para defender el resultado con la pelota, eligió defenderlo sin ella.

Se sabe que el entrenador es el máximo responsable de lo que el equipo hace adentro del rectángulo verde. Aciertos, desaciertos, errores graves que a menudo cuestan caro. Con lápiz en mano, Troglio se sentó a la mesa ante una ecuación larga y complicada. Paso a paso, fue resolviendo el problema, despejando números, acertando en los signos, pero falló sobre el final, se olvidó de estampar el resultado y la ecuación quedó inconclusa.

Estudiantes, mareado y con argumentos nulos, solo aguardaba por el golpe de nocaut. Pero Gimnasia, en vez de apretar el acelerador, emprendió la retirada. Increíblemente tuvo piedad cuando la situación ameritaba lo contrario. Y el gol aislado de Acosta sentenció un quiebre inesperado: el Pincha se agrandó y el Lobo se apichonó. Y no vengan con la mala suerte ni con el absurdo de la mística: a Gimnasia le empataron más por impericias propias que por mérito de un rival moribundo cuya única arma era el centro frontal.

Hacer valer el hombre de más tras la expulsión de Pereira no estuvo en los planes de Troglio, que optó por jugar de contragolpe y, en ese sentido, cometió un error enorme: apostar por una dupla de ataque bien lenta como Vegetti-Mazzola. Gimnasia no necesitaba aguantar la pelota sino tocar de primera, lateralizar el juego, abrir la cancha y explotar arriba. Gimnasia necesitaba ser rápido y usufructuar los espacios notorios que le regalaba un rival desesperado. En otras palabras, el indicado para ingresar era Antonio Medina, rápido, escurridizo, ágil, habilidoso.

Todo lo que vino después fue el desbande futbolístico de un equipo cuyo principal adversario es sí mismo. Como diría Callejeros: “El enemigo peor, ese gran saboteador, siempre será uno mismo y ese miedo a estar mejor es tan perfecto que asusta”. A Gimnasia lo asustó el éxito. Gimnasia se quedó sin nada debido a sus propias inseguridades, por no saber que los partidos duran noventa y moneda y porque terminó eligiendo el peor de los caminos en partidos de esta gama: el del antifútbol, el que no le gusta a nadie, el más cobarde de todos.

Como contrapartida, hay que reconocer un ítem específico porque nobleza obliga: luego de años de clásicos desparejos en los que Gimnasia quedaba reducido a lo más mínimo ante un rival superior desde todo punto de vista, el actual DT tripero halló la fórmula para equilibrar la balanza. Basta con referenciar todos los clásicos de este último período para concluir que la cosa está más que pareja. Hoy, los equipos platenses protagonizan partidos muy luchados en los que las probabilidades de vencer son cincuenta y cincuenta.

Por lo demás, a Troglio ya le exceden determinadas falencias, como pésimos despejes (Oreja en el 1 a 1) y desconcentraciones propias de futbolistas amateurs (Oreja y Barsottini pierden la marca en los últimos dos goles del rival).

RESCATAR LO POSITIVO

Aspectos positivos, varios. Primero individuales: Roberto Brum sorprendió gratamente con un partidazo. El uruguayo jugó condicionado desde el amanecer del encuentro por una amarilla injusta pero eso no le impidió redondear una tarea fenomenal como eje central del equipo. Después, Benítez. Benítez garantiza orden, seguridad, limpieza. Siempre intenta salir jugando, y cuando no se puede no se pone colorado para el despeje. En el clásico fue estandarte defensivo; y su labor, impecable.

Párrafo aparte para Maxi Meza. El correntino, con posición nueva, desarticuló como quiso a la defensa rival. Movedizo, rápido, ágil y buen definidor, el habilidoso atacante tripero se posiciona firme para meter un gran torneo.

Por último, hay equipo. Sacando los últimos fatales quince minutos, lo del Lobo fue bastante bueno en el aspecto táctico y colectivo. Dominó la mayoría de los tramos del cotejo y supo cómo eclipsar a un rival que, por momentos, se arrastraba por la cancha. Acaso haber mantenido la base que ya sale de memoria es la receta ideal para ilusionarse con una gran campaña.

Igual, algo está claro: el hincha de Gimnasia, que reventó la tribuna Sur del José María Minella y dejó en ridículo a los de enfrente, ya no se conforma con el jugamos mejor, el casi sale, el tuvimos mala suerte o el fútbol tiene estas cosas. El hincha de Gimnasia quiere ganar. Y por suerte, la próxima oportunidad será en la tercera fecha del próximo torneo, cuando a principios de marzo el Bosque albergue un nuevo clásico. Allí no habrá pero que valga. Allí no hay más opciones que la victoria y no quedará margen para sabotajes.


Agustín Colianni

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