En una semana donde el fútbol argentino se detiene por las elecciones, nos tomamos un tiempo y reflexionamos sobre el presente albiazul. No existen los destinos, con el optimismo como estandarte, la tranquilidad, reflexión, atención permanente y el trabajo es posible despegar del suelo y soñar. OPINIÓN.
Basta. Se terminó. Ya está. En las últimas semanas, Gimnasia se sacó de encima una especie de maldición divina del pasado. En realidad, no una, sino dos. Hace apenas un mes, Mazzola se puso el traje de Savoia y supo perpetrar con el brete del reloj ese viaducto del “todo pasa” que la última década se había tornado invulnerable. Cinco días después en Formosa, el “22” supo deshechizar un escollo que atravesaba –vaya casualidad- también 22 largos años de decepciones y contratiempos a la hora de las series desde los doce pasos: dos guantazos, un brazo firme y un travesaño salvador lo hicieron efectivo, dejando atrás aquella ocasión por Copa Centenario contra Belgrano.
Maldiciones, dioses, hechizos, salvadores, karmas. Ni la Odisea de Homero, ni rituales esotéricos y mucho menos creencias orientales. Todo inexistente. Gimnasia se saca de encima paulatinamente algunas de sus obstáculos que lo vienen aquejando desde hace años, no por fruto del destino, sino por el obrar de acuerdo a favorecer el crecimiento individual y colectivo, fortaleciendo con trabajo serio todos los conceptos para lograrlos, no solo físicos sino también mentales, con pensamiento positivo.
¿De qué hablamos cuando utilizamos la palabra karma? La mayoría de las veces usamos esta expresión para denominar algunos hechos negativos que se nos presentan como repetitivos y se culpa generalmente a factores o condiciones externas, una energía que nos entra al hacer una acción determinada. Como se tituló una de las notas en la edición 189 de Letra G, algo está cambiando y este famoso karma tiene que ver con la casualidad, porque la brújula del destino tripero está sólo en manos de Gimnasia, el club tiene en poder la capacidad de resolver todos los asuntos, tengan que ver o no con una pelota.
Los cimientos del crecimiento del Lobo están traducidos en algunas máximas: tranquilidad, reflexión, trabajo, atención y optimismo. Sí, ese pensamiento positivo que emana (o tiene que florecer) través de jugadores, cuerpo técnico, dirigentes e hinchas. El presente favorable del Lobo adentro de la cancha con la figura de Troglio como cabeza de grupo, la línea de tiempo con victorias, la platea que se enarbola cada vez más alta en el JC Zerillo, el Campus que pide pista para culminarse y el regreso de la persona más esperada por el rectángulo verde del Bosque desde hace años como Fabián Rinaudo envuelven un cúmulo de situaciones provechosas, de gozo y felicidad en relación a la trama del día a día de Gimnasia. Los trabajos felices puede resultar ser una solución.
El equipo de Pedro dejó atrás tres tandas por penales adversas en Copa Argentina y más de dos décadas sin poder superar este sistema de definiciones, luego de 10 años ganó en un estadio en el que en ese tiempo no había podido hacerlo y va por más. Nunca pudo visitando a la Crema, jamás lo hizo ante el Halcón, tiene una deuda clásica pendiente con domicilio en 25 y 32 y el deleite supremo todavía espera.
No hay tales destinos ni karmas, sí objetivos de que las experiencias positivas se hagan predominantes en la cotidianeidad tripera. Gimnasia debe extirpar las penas del pasado que lo tiene aplacado, poner el optimismo como estandarte, desandar su camino, despegar del suelo, elevarse y soñar, como parafrasea un verso rockero rioplatense, “el destino está escrito, eso es mentira también, te mantiene apagado”. Volar…