Los dirigidos por Nelson Vivas no escatimaron en el juego brusco. No les bastó con sacar a Facundo Oreja en ambulancia sino que también, una entrada nefasta de atrás, desencadenó la hecatombe final.
El juego nefasto y las actitudes de los jugadores de Estudiantes ensuciaron el clásico. Patadas criminales de atrás y en la cabeza, expulsiones, la lesión a Oreja que terminó yéndose en ambulancia con un traumatismo y los festejos a espaldas de los jugadores de Gimnasia por un clásico que se dio por ganado y que fue suspendido por un bochorno, forman un conjunto de comportamientos tristes y repudiables.
Por otro lado, también resulta pertinente condenar la actitud de los jugadores de Gimnasia que se prendieron al juego y formaron parte de la gresca. Todos ellos deben ser sancionados. La guapeza se ve en el campo de juego con la pelota en los pies; no hay otra forma.