Mucho se está hablando del regreso al Bosque y, paradójicamente, cada paso hacia delante nos aleja un poco más.
Está claro que la decisión de sacar a Gimnasia de su Estadio está tomada desde hace tiempo. Tal vez, desde la construcción del estadio Ciudad de La Plata o quizás o un tiempo antes; desde el momento en que se presentaron los sobres para la licitación corrupta.
Desde aquellos días, diferentes estrategias políticas, acuerdos económicos y lamentables conductas de diferentes organismos del Estado (últimamente el Coprosede) se encargaron de buscar alguna excusa para que el Lobo no pueda jugar de local en 60 y 118.
Llegaron promesas de fidelidad diciendo que Gimnasia nunca abandonaría el Bosque y un tiempo más tarde, llegaron los recordados incidentes (o indecentes) que le abrieron la puerta a la justicia manipulada por el poder de turno, para obligar al Lobo a dejar de jugar en su casa.
A partir de allí, vinieron las excusas de parte de los dirigentes Triperos, encabezados por Muñoz, que juraban un regreso a corto plazo, mientras desarmaban las plateas y dejaban que los yuyos se comieran el verde césped.
Más tarde y hasta estos días, se habla de construir un puente en los vestuarios, del paredón de tres metros de altura, del sistema de video. Y luego se va a hablar de la mochila del baño, de las lámparas de bajo consumo y del diámetro de los caños que forman los paravalanchas. Como si al Estado le importara realmente la seguridad de los espectadores…
Es evidente que las cartas están sobre la mesa y que ninguna le hace un guiño al Lobo para volver al Bosque. Sino todo lo contrario, cada paso adelante significa una nueva inspección y la decisión de solicitarle al Club, elementos que le faltan a la mayoría de las canchas argentinas.
Y aquí surgen cuestiones más complejas que intentan desarticular al hincha y dejarlo sin herramientas de discusión. Entonces aparece Javier Mor Roig con el Proyecto de Ley, para ampliar la capacidad en los estadios. Pero también surge, que en la letra chica, no sería tan beneficioso para el Lobo ya que cedería gran parte de su predio a la comuna.
Además, aparecen otras medidas destinadas a no permitir la habilitación del Estadio Juan Carlos Zerillo, generando la reacción de la actual Comisión Directiva e imponiendo de su parte la alternativa de jugar en otra cancha. “Si no se juega en el Bosque, tampoco en el Ciudad”. Y da que pensar.
Por un lado, Gimnasia no puede aislarse del sistema y no atender a las leyes vigentes. Pero por otro lado, el Lobo no puede entrar en el juego perverso del sistema político y correr siempre detrás de la pelota. Los intereses están cada vez más enmarañados y se hace imposible despejarlos todos.
Por eso, si la medida de jugar en otra cancha es el punto de partida para plantarse y comenzar una estrategia conjunta que salga del Club, hay que apoyarla y darle para adelante. Hay que hacerse socio, organizar el viajecito hasta Avellaneda o hasta donde se juegue y seguir a Gimnasia. Y así también bancarse las consecuencias.
Pero basta de la sumisión frente a un sistema que sólo propone ignorancia, desigualdad social, negociados turbios y que se toma de artículos y constituciones, pero sólo para fundamentar que las tierras del Bosque le pertenecen al Estado.
Las tierras, más allá de la Ley, son de Gimnasia, de sus hinchas. Y allí el Lobo debe vivir eternamente. Y para eso, habrá que estar informado y aportando, en cualquier medida, para no ser subestimado y para no perder la dignidad en cualquier tribunal.
La gente ya lo demostró, asi que si es necesaria una nueva y multitudinaria movilización, allí estaremos. Basta de atropellos incoherentes.
