El 30 de agosto se cumplió un año del fallecimiento de Francisco Varallo, un verdadero referente del fútbol argentino.
Francisco Varallo nació el 5 de febrero de 1910 en Los Hornos. Empezó a jugar al fútbol desde muy chico, en Ferrocarril Sud de su ciudad, para pasar después a 12 de Octubre, club que competía en la liga platense y en el cual jugaba toda su familia. A los 17 años era una estrella de la liga, y los dos clubes más importantes de la ciudad se lo disputaban; fue Estudiantes el que se adelantó y le ofreció una prueba. Disputó tres partidos con la camiseta albirroja y anotó doce goles, pero los dirigentes de 12 de Octubre –que eran hinchas de Gimnasia- no le dieron el pase.
Así comienza la historia tripera de “Cañoncito”, como lo empezó a apodar la hinchada del Lobo; en el año ’28 finalmente llega la prueba en Gimnasia, Varallo es titular en un amistoso contra Nuevo Mundo (también de la Liga Platense) que termina 7-1, siendo él el autor de seis goles. A los pocos días debutó oficialmente contra Tiro Federal, según él mismo recordaba en declaraciones al Diario Hoy: “(José María, ex jugador) Iturrería, que estaba en la comisión directiva, me dice ‘Varallito, dame una fotografía, que te voy a sacar en El Argentino (diario), el domingo debutás contra Tiro Federal de Rosario’. Nooo, yo me quería morir, no quería. Tenía 17 años y se fue todo el barrio a verme. No quería entrar a la cancha y mis compañeros del club me empujaron para que entre por el túnel, porque me daba vergüenza”. Según el propio Pancho, a pesar de la goleada en contra (1-4) jugó un buen partido junto con Miguel Currell.
Sería el comienzo de una historia que tendría su momento cúlmine en el torneo de 1929, luego de la unificación de las asociaciones y en plena época del “amateurismo marrón” (los jugadores cobraban, pero lo hacían en concepto de “viáticos”). Gimnasia había formado un equipo importante, cuya columna vertebral integraban el arquero Scarpone, el back Delovo, el centrohalf José María Minella, el insider derecho Currell, el wing izquierdo Morgada y, claro está, Varallo como centroforward. En ese equipo “Cañoncito” destacó, no tanto como goleador –anotó 8 tantos, quedando por detrás de Maliani (9) y Morgada (12)-, si como jugador de equipo que se retrasaba para asistir a sus compañeros. Gimnasia sería campeón tras ganar el Grupo A y derrotar a Boca en la final, jugada en la vieja cancha de River de Alvear y Tagle.
Esa gran actuación en el equipo campeón le valdría la convocatoria al Mundial de Uruguay 1930, donde comenzaría como suplente y luego se haría con la titularidad, disputando cuatro partidos y marcando un gol frente a México. Luego se lesionaría y jugaría obligado la final ante la selección local, según contaba, por presiones de la dirigencia de Gimnasia, que había fletado dos barcos llenos de hinchas a Montevideo para verlo. En ese partido duraría apenas aguantó un tiempo, saliendo lesionado y dejando al equipo con uno menos (en ese momento no había cambios).
A la vuelta de Uruguay aparecería la posibilidad de pasar a Boca. “Me acuerdo que me vinieron a ver los dirigentes (de Boca). Me ofrecieron 5 mil pesos y 800 pesos de sueldo por mes. Yo ganaba 10 pesos por domingo en Gimnasia, así y todo les dije a mi padre y a mis tíos ‘no, no me voy’”. El Lobo lo había salvado del servicio militar, y Pancho estaba agradecido por eso. Finalmente Boca aumentó la oferta y el pase se hizo.
La historia de Varallo en Boca –donde jugó hasta su retiro en 1940- es bastante conocida, fue campeón en el primer torneo del profesionalismo y mantuvo el récord de máximo goleador (profesional) del club xeneize, hasta hace poco tiempo, cuando fue superado por Martín Palermo. En la mencionada entrevista a Hoy, cuenta cómo el maltrato a los ídolos de Gimnasia no es cosa de estos tiempos: “Esos partidos (contra Gimnasia) yo no los quería jugar. No quería venir a La Plata, cuántas veces me zafaba... Me gritaban, me decían de todo. No podés jugar contra el club en donde vos naciste.”
Varallo volvería al club como director técnico, entre 1957 y 1959, época complicada de la historia de Gimnasia, y a pesar de haber dirigido jugadores importantes como Diego Bayo o Palito Smargiassi, su experiencia como DT pasaría sin pena ni gloria, además de ser la única vez que entrenar a un club profesional.
Panchito nunca se alejó de Gimnasia. Se mantuvo siempre cerca del club, del hincha y hoy en día es indiscutidamente uno de los máximos símbolos triperos. El 5 de febrero de 2010 cumplió 100 años y fue homenajeado en el Coliseo Podestá, conjuntamente por las dirigencias de la AFA, Boca y Gimnasia; pocos meses después (el 30 de agosto) falleció, como no podía ser de otra manera en nuestra ciudad, en su casa de toda la vida de la calle 22.