Es momento para que el socio participe de manera activa en la reconstrucción de un Club que aún le pertenece. OPINIÓN
Es hora de que el socio de Gimnasia se haga cargo. Ya no sirve acusar a tal o cual, tirar nombres sobre la mesa o hablar con cifras siderales, es tiempo de asumir la responsabilidad. El Club, por suerte, todavía le pertenece a su gente y es ella la que decide quién comanda los destinos mediante cada elección. El socio se equivoca, una, dos, tres y una cuarta vez, sin tomar nota de los errores cometidos. Vota nombres y no proyectos, reclama pero no hace, se queja pero no participa.
Ya no alcanza con ir a la cancha a alentar. Esa materia el socio la tiene re contra aprobada, no se discute el acompañamiento incondicional al equipo. Tampoco se habla de pagar la cuota cada mes, un esfuerzo cotidiano para cerrar los ojos y ni siquiera analizar qué ofrece el Club a cambio. Se trata de otra cosa, de meter los pies en el barro, de involucrarse un poco más por este Gimnasia enfermo, viciado de malas intenciones y situaciones confusas. De informarse, de saber quiénes hablan y por qué, cuáles son sus intenciones y cuáles sus ideas.
Delmar se acaba de ir de Gimnasia con una aparente conformidad unánime. Hace un año y medio, el ahora ex presidente llegaba al cargo con el 62 por ciento de los votos, una abrumadora y contundente victoria. Sí, 18 meses en un Club que 30 días parecen un siglo, inmerso en un huracán de vueltas de ídolos, descensos, cartas documento, inhibiciones, renuncias y balances negativos. Más de 500 días en donde todo pudo pasar, y lo peor es que la mayoría de las cosas estaban anunciadas. Un 62 por ciento de socios convencidos de que el discurso ochentoso de un candidato anclado en los logros del pasado podía resolver la situación crítica de un Club urgido de un cambio. Un proyecto ausente, una comisión con hombres jóvenes e inexpertos, notoriamente diferenciados en su esencia ideológica. Una masa societaria cargada de errores a la hora de elegir, pero que nunca termina de asumir su responsabilidad.
Es tiempo de que el hincha sepa que ellos hacen porque se los deja, ellos tienen poder porque se les da, ellos omiten porque nadie reclama que no lo hagan. La institucionalidad la ejercen los socios participando, interiorizándose, conociendo lo que pasa, entendiendo cuál es el camino y qué pretende cada uno. El socio ya votó la juventud, votó la billetera, la aparente bondad y la experiencia ¿Qué le queda?. Un cambio, esa es la única respuesta. Cuando todo está mal, cuando parece que no hay salida, la respuesta es el cambio. Y no se trata simplemente de ir a las urnas y votar algo distinto, se trata de empezar a asumir un rol diferente, mucho más consciente y participativo, construir en cada uno un espíritu crítico, pensar, actuar y crear otro Gimnasia. Reflejarse en aquellos que lo hacen bien, por qué no, pero sin olvidar los valores y la esencia del gimnasista.
Estaba en lo cierto Serrat, la verdad no tiene remedio, pero sí lo tiene la realidad. Nunca es tarde para poner manos a la obra y resurgir de entre las cenizas. La fuerza sobra, la voluntad abunda, es hora de aportar las ideas.
