Hace 10 años, el Lobo ganaba 4-2 en 1 y 57 dando vuelta el clásico n° 133 que perdía 2-1. El partido no se pudo terminar.
Un 20 de abril de 2003, Gimnasia le ganaba 4 a 2 a Estudiantes en el estadio de 57 y 1. Perdía 2 a 1 y lo dio vuelta en el segundo tiempo. Guillermo Sanguinetti, en dos oportunidades (el primero de penal), Claudio Enría y Roberto Sosa anotaron para el equipo tripero, en un partido en que el árbitro Fabián Madorrán debió suspender producto de los incidentes que se produjeron en la tribuna local, acción que realizaron los simpatizantes albirrojos para que el partido no se termine de disputar.
Aquella tarde, el equipo de Carlos Ramaciotti salió a la cancha con Juan Carlos Olave, Guillermo Sanguinetti, Jorge San Esteban, Marcelo Goux, Lucas Bustos, Cristian Leiva, Esteban González, Germán Castillo, Brian Robert, Claudio Enría y Roberto Sosa. Luego ingresaron Andrés Madrid y Pablo Verón.
EL LOBO TIENE MAS TABLÓN Aprovechó todos los errores del Pincha y, empujado por su hinchada, lo dio vuelta (Nota de Diario Olé, del lunes 21 de abril de 2003)
¿Qué dirán ahora aquellos que, con la tabla en la mano, anunciaban un clásico aburrido? ¿Qué dirán los que presumían planteos temerosos de ambos técnicos? Nada fue como se preveía; ni siquiera la salida de Malbernat, porque, de los dos, se había mostrado más firme ante una eventual derrota.
El 4-2 de Gimnasia dispara otra pregunta: ¿el partido fue tan bueno y vibrante por la calidad de los dos equipos? La respuesta es positiva, pero por la variante negativa: en este caso fueron los errores, más que los aciertos, los que condimentaron el clásico.
¿Cómo entender, entonces, que, después de un primer tiempo bárbaro, Estudiantes perdiera tan fácilmente? Y a decir verdad, si sus hinchas en el entretiempo y con el 2-1 a favor no daban por hecha la victoria era porque la defensa había dado signos de debilidad. De las 18 infracciones en esa etapa (algunas inventadas por Madorrán), cinco habían sido al borde del área.
Quedará como un recuerdo amargo ese primer tiempo del Pincha. Será rápidamente olvidada aquella sensación de que Gimnasia estaba para un serio cachetazo. En definitiva, ¿de qué le sirvió la inaguantable presión que ejercieron los medios y los puntas para generar fútbol, goles y más llegadas? Si Estudiantes, nada menos que en un clásico, no aprovechó la inspiración coincidente de Carrusca, Gelabert y los dos puntas, ¿cuándo lo hará? Cacho, por caso, ya no.
Y a propósito de aprovechamiento, la mayor virtud que tuvo el Lobo fue, precisamente, usufructuar el desconcierto de la defensa rival. Las mencionadas infracciones, síntoma de dificultad para marcar, no fueron las únicas que explican semejante vuelco en el trámite. Basta con repasar los errores en los goles para entender el resultado: obvio penal de Angeleri sobre Enría; débil resistencia de Krupoviesa sobre el Caio en el 2-2; mala salida de Nacho en el tercero; y coproducción del arquero y Cáceres para el cabezazo del Pampa Sosa.
Tampoco pasaron inadvertidos algunos accidentes, como el 2-2 tempranero, a los 2 minutos del ST, y la lesión de Pompei a los 8. Fueron dos mazazos de los cuales no pudo recuperarse. Y el Lobo tomó nota: Rama metió dos cambios (Verón y Madrid por Robert y Castillo) para manejar el balón y los tiempos. La paciencia y la astucia de Enría se encargarían de una parte del trabajo; la defensa albirroja, del resto.
Llegaron los goles, el escándalo de los incorregibles de siempre, el festejo inolvidable de la hinchada y los jugadores del Lobo unidos, el pecho inflado de Ramacciotti como para olvidar rápidamente la eliminación en la Copa; claro, la tristeza de Malbernat, quien se fue por la puerta trasera, víctima de esta realidad en la que urgen los resultados y por los que en su nombre, los hinchas son capaces de dilapidar e insultar a cualquier ídolo.
LOS GOLES Y LA SUSPENSIÓN
Roberto "Pampa" Sosa: "Para mí este partido lo ganó la hinchada. Alentó en todo el partido y parecía que estuviésemos jugando en el Bosque".
Gullermo "Topo" Sanguinetti: "Esto es algo soñado. Es más, hasta tuve problemas con mi mujer porque me dejé la barba. Le dije que también me la había dejado así cuando en el 92 convertimos acá el famoso gol del terremoto y que se quedara tranquila porque el domingo a la noche, después del triunfo, me la iba a sacar. Ahora le voy a cumplir".