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08-05-2013

FALLECIÓ JUAN JOSÉ MUÑOZ

El ex presidente de Gimnasia murió a las 9 de la mañana. Padecía una insuficiencia renal crónica. Comandó el Club entre el 2004 y el 2007.

Cuando Juan José Muñoz tomó las riendas de Gimnasia, lo hizo respaldado por la mayoría de los electores triperos (el 65%) que se acercaron a las urnas en el 2004 para definir quién se hacía cargo de aquel fierro caliente que significaba el Club. Por aquellas épocas el Lobo peleaba por no descender de categoría. Juan José Muñoz, empresario multimillonario, ocupó la presidencia desde un perfil bajo que, con el correr de los meses, se transformaría en uno mucho más conflictivo, controversial y polémico.

Mucho puede decirse sobre la gestión de Muñoz. Un tipo ágil y de una habilidad innegable para los negocios, pero falto de idoneidad para dirigir los vaivenes de un club social como lo es Gimnasia. Al menos, eso demuestra el revisionismo de su gestión: Muñoz tuvo todo a sus pies para quedar en la historia del Club como el presidente más exitoso, pero hizo todo lo posible para quedar en la historia del Club como uno de los más funestos.

En el 2004 tuvo su primer cortocircuito: no le tembló el pulso para marginar del plantel a 14 jugadores, algunos pesos pesados como Andrés Yllana, Enzo Noce y Gustavo Barros Schelotto, y comenzó a marcar territorio y evidenciar gajos de su acentuado personalismo.

Tres meses más tarde, tras salvarse del descenso en el primer semestre del 2005, con Pedro Troglio al mando del plantel, Gimnasia realizó una campaña formidable y se quedó a centímetros de los laureles. Para ese entonces, el Básquet ya había descendido al TNA con un equipo plagado de juveniles y sin el apoyo dirigencial necesario para mantener un alto nivel de competición. Mientras tanto, las Lobas subsistieron a puro pulmón sin un gramo de auxilio económico.

Pero el Apertura 2005 se le escurrió entre las manos al Lobo, y principalmente a Muñoz, que increíblemente quedó sentenciado a la ridiculez con una serie de declaraciones desafortunadas a medios nacionales antes de que se conociera el desenlace del campeonato: “Hablé con Dios y me dijo que íbamos a salir campeones”, “Que los hinchas se queden tranquilos que ya hice todo lo que tenía que hacer”, “Cuando seamos campeones quiero que me hagan una estatua en el Bosque”. Fue un punto de inflexión: algo andaba mal en las ideas del presidente.

El 2006 se produjo el quiebre, el lazo se rompió y el desbande fue irremediable. El 8 de febrero, mientras una multitud de triperos pisaban por primera vez el resistido Estadio Ciudad de La Plata, otra multitud, encabezada por los defensores a ultranza de 60 y 118, se congregaron en el Bosque y escucharon por radio el partido entre Gimnasia y Arsenal de Sarandí. “No hay Lobo sin Bosque” fue la frase de cabecera. La escena halló su repetición cada vez que Gimnasia actuó como local en 25 y 32.

La medida del presidente tripero iba en contra de lo esgrimido durante su campaña dos años antes, más precisamente el 26 de noviembre del 2004: “Lo mío es muy firme. En mi más íntima convicción Gimnasia debe jugar en el Bosque. Pero en estos casos es sólo la voluntad soberana del socio la que puede tomar la decisión. Si ocurriera un caso como ése y Gimnasia debe ir a jugar al Estadio Único, a este presidente no le quedará otra que presentar su renuncia indeclinable”, había manifestado.

Pero Muñoz, pese a transformarse en un auténtico destinatario de acusaciones e insultos, redobló la apuesta: tras una buena campaña en el Clausura 2006, desarticuló el primer equipo de fútbol, se desprendió de las máximas figuras del plantel y las suplantó por futbolistas que no estaban a la altura de las circunstancias, que exigían afrontar el torneo local y las copas Libertadores y Sudamericana. Todo lo que vino después se sumergió en la debacle.

Ese mismo año Muñoz cometió su error fatal: en un partido con Boca que Gimnasia ganaba 1 a 0 en el Estadio Ciudad de La Plata, el por entonces presidente del Lobo se acercó hasta la zona de vestuarios durante el entretiempo y amenazó de muerte al árbitro del encuentro, Daniel Giménez, por considerar que había amonestado en exceso a los jugadores triperos. El partido fue suspendido. No hubo vuelta atrás, al menos no para la opinión pública: los medios nacionales se hicieron eco del asunto y liquidaron a Muñoz.

La situación se agravó y halló su punto máximo de conflicto algunos meses después, cuando los jugadores del Lobo, que habían sido apretados para cederle los puntos a Boca en la reanudación del partido y así perjudicar al clásico rival, que peleaba el título palmo a palmo con los xeneizes, perdieron 4 a 1.

La era Muñoz había llegado a su fin. El “Tuerto” se tomó licencia y no volvió a ocupar la silla presidencial de Gimnasia.

Puede decirse: fue un presidente equivocado, en un momento equivocado, con ideas equivocadas. Puede decirse: fue un empresario de alto vuelo que consideró a Gimnasia como una más de sus empresas. Puede decirse: fue un presidente mal asesorado, con convicciones tan íntimas que le impidieron escuchar otras campanas, otras voces y que actuó con ceguera y negligencia. Pueden decirse muchas cosas más: como que Muñoz fue el pionero del abandono del Estadio del Bosque, un aspecto fatalista de su gestión. O que Muñoz nunca estuvo del lado del pueblo, un pecado gravísimo e incorregible en el mundo gimnasista.

Pero a juzgar por lo que la historia manda, fue un presidente que despertó más odios que amores por propia impericia, que no supo –quiso, pero no supo– elevar a Gimnasia al nivel de un club modelo e imitable. Peor que muchos, mejor que otros pocos, Juan José Muñoz escribió su propia página en la política de Gimnasia y Esgrima La Plata.


Agustín Colianni

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