Benja ni siquiera estaba federado y sus chances presagiaban un destino incierto. En su adolescencia pensó en dejar todo, pero una corazonada lo hizo seguir. También, su habilidad de piernas.
En esta vorágine del fútbol ya quedaron lejos sus paredes con Lescano, Miramón y compañía en Estancia, con los seis goles en el clásico.
Después, a foguearse. Zuqui se la picó y él devolvió un empate agónico en el Bosque. Esencia de potrero, gambeta y picardía que a los grandes nos hace acordar a Guillermo. Su cara de nene era la misma que ahora, a punto de cumplir 21 años para jugar la Champions League con diez goles en un centenar de partidos.
Benja tuvo una despedida soñada con ovación. “La imaginé la noche anterior”, dijo. Su llanto interpela porque es un hincha como nosotros que, mientras anhela crecer, sabe que irse del Lobo es como abandonar tu casa.
Las presiones, las redes sociales, la obligación de ganar, sus fans, sus amigos. Es mucho para un pibe que solo quiere jugar y divertiste.
Benja se va como pocos por la puerta grande, en andas y ovacionado. Con consciencia social, valora el esfuerzo de los hinchas en cada viaje. “Los amo”, expresó, mientras un auto lo esperaba con destino europeo. “No me fui y ya preguntan cuándo vuelvo”, respondió a la prensa. Sabe que este negocio es cruel.
Hoy pisó Estancia hasta quien sabe cuándo, pero dejó en la retina Tripera un sentimiento de afecto por quien dio todo por los colores. Después de unos días pudo abrazar a la mamá y recordar esas charlas cuando la estaba luchando. ¡Gracias Tripero!
Santiago Giorello